Sinopsis

Desde la montaña vemos la montaña fusiona el documental etnográfico con el realismo mágico para explorar el misterio de un bosque nativo consumido por el fuego. Entre relatos contradictorios sobre el origen del incendio, la imagen de una Patagonia desierta se disuelve, revelando una trama de relaciones e historias. Desde una comunidad mapuche que reclama su territorio ancestral hasta los voluntarios que trabajan en la reforestación, la película abraza la diversidad de experiencias dentro de estas montañas marcadas por el fuego y la colonización.

Sobre su producción

Esta película nació de una imposibilidad. Dos días antes de viajar a la Patagonia desde Bruselas, nos negaron el acceso a un bosque incendiado. La empresa provincial no quería que filmáramos las contradicciones: comunidades mapuches usando una pequeña porción de esas tierras para el ganado, afectando la regeneración del bosque, mientras la misma empresa explotaba campos de pinos.

Aun así viajamos a la zona. Éramos tres, recorriendo, escuchando y ensayando cómo filmar en este territorio. Así llegamos a Ñorquinco, a otro bosque nativo incendiado. Durante una jornada de plantado con científicos, voluntarios y miembros de las comunidades mapuches, Javier, el líder del proyecto de reforestación, contó que el incendio había empezado con un rayo, durante una tormenta de verano. Más tarde, Abel, un guardaparques mapuche, me dijo que no había sido así: que era un día soleado, que el incendio había sido intencional y que el autor escapó mientras ellos intentaban controlar el fuego. Ese fue el segundo nacimiento, en ese cruce de versiones, del encuentro con el territorio y quienes lo habitan.

Una película hecha con un equipo pequeño, por elección y por necesidad. Financiada inicialmente por una beca doctoral en artes en Bélgica, la película contó luego con apoyos locales de Neuquén, el taller Sound Image Culture, la productora Dérives y la escuela Le Fresnoy en la etapa de postproducción.

Sobre DESDE LA MONTAÑA VEMOS LA MONTAÑA

Un rewe es un tótem espigado, tallado en madera y hundido en el suelo, donde se realizan ceremonias mapuches y reuniones de paisanos. En el incendio forestal de un bosque en Ñorquinco, en la Patagonia argentina, el rewe clavado en el Parque Nacional Lanín no se quemó. Con un registro documental que se permite ser horadado por la posibilidad de lo fantástico, Desde la montaña vemos la montaña asedia las implicancias de esa supervivencia de un elemento sagrado de las comunidades locales, y repone la experiencia del fuego mediante los testimonios de distintos habitantes: hay lugar para la voz del winca, el hombre blanco, pero también para la voz de los descendientes de pueblos originarios, siempre desplazados de las tierras donde habitan por derecho propio. 

En esa polifonía de discursos –a veces en off sobre la imagen, a veces grabados de una manera singular, con el sujeto que enuncia parado a lo lejos en el lugar de los hechos, de noche, visto de cuerpo entero– durante toda la película se discute si cierto hombre que bajó de la montaña encendió o no el fuego que causó el incendio forestal. Julián García Long tiene una hipótesis, y la desgrana en planos oblicuos, elusivos, en una suerte de subtrama microscópica que ficcionaliza, para el que preste la atención suficiente, el itinerario de ese hombre.

¿Cómo mostrar una tierra arrasada? ¿Dónde permanecer? ¿Dónde elipsar? La politicidad de Desde la montaña vemos la montaña radica en el modo en que dignifica el territorio toda vez que muestra, más allá de la contundencia de los árboles quemados, a su vez los perros, los caballos, el trino de los pájaros, las flores, las plantas que sobreviven, la cotidianidad de los locales, el fueguito encendido no para destruir sino para guisar. Hay un movimiento consciente desde la lesión del terreno hacia la vida obstinada en seguir adelante. Así como los testimonios recortan perspectivas sobre el incendio, la composición de los planos nocturnos recorta a su vez lo visible con una linterna. El recorte: unas manos que reforestan, un hombre en la noche que arregla el rewe, unos pies trepados a la copa de un árbol para agitarlo y que caigan semillas; cuerpos en movimiento que confirman que, donde el relato oficial insiste con el mito del desierto, hay todavía vitalidad, astucia y persistencia.

MILAGROS PORTA

Ficha técnica

CP Dérives; SoundImageCulture – SIC; Aye-Aye Films, Le Fresnoy studio national des arts contemporains / LUCA School of Arts
Dir Julián García Long
ADir Nadir Medina
P Julián García Long
AP Sebastian Ovalle
M Ana Edwards, Josefina Llobet, Julián García Long
DF
Juan Agustin Boero, Carola Forster
SD
Juan Manuel Yeri Racig
Montaje sonoro 
Ingrid Simon
Mezcla de sonido Aline Gavroy, Thomas Ferrando
Mus Joan Malandia
Color Baptiste Evrard
Poster Felipe Esparza

BIO

Nacido en la Patagonia en 1988, Julián García Long es director, guionista e investigador. Graduado por la Universidad Nacional de las Artes (Argentina) y Le Fresnoy (Francia), actualmente es doctorante en LUCA School of Arts (Bélgica). Su trabajo ha sido presentado en festivales como Sheffield DocFest, Fipadoc, Vienna y Glasgow, entre otros. Actualmente desarrolla diversos proyectos alrededor de los paisajes patagónicos.

Scroll al inicio