Sinopsis

Migrar. Navidad. Tomar terreno. Parir. De la Patagonia austral emerge un barrio. Las casas arden, los pájaros llaman. Marchar. Plantar. Las madres renacen de los colores de la estepa. Sus voces sostienen chapas en el viento. ¿Qué es construir? Almuerzo. Merienda. Desayuno pa’ los chicos.

Sobre su producción

Todo era mamá fue posible gracias a un engranaje de apoyos. Somos un colectivo que encontró en el intercambio de trabajo una forma para que hacer cine hoy, acá, sea posible. A pesar de la falta de fondos públicos y de los malabares cotidianos con otros trabajos, gracias a una práctica grupal sostenida nuestras películas existen. En particular esta nace del vínculo que tenemos con la ciudad de Río Gallegos, donde se crió mi mamá y gran parte de mi imaginario. En el rodaje éramos dos personas, hospedadas y guiadas por una red de compañerxs que se hicieron casa. Éste es el cine que hacemos, donde desaprendemos lo que significan las palabras. El rodaje no es una cacería de planos. Implica barrer la habitación. El esfuerzo está en escuchar a través del viento. Esa semana en el barrio se había suicidado una niña. Dolió recordar, y también vitalizó. El atardecer esperó calentito en un rollo de treinta y seis fotos que salieron técnicamente “mal”. En el Delta donde vivimos, el viento del sudeste transforma el jardín en río. Al tiempo de esas inundaciones y siempre de noche, después de otras tareas, de esas fotos nacieron imágenes y de los sonidos, vínculos. Llevamos a fondo la idea de un cine desde el sur: confiar en toda la potencia que aloja la materia recolectada, la que se tiene. Proyectamos la película en el merendero junto a las protagonistas, el otoño siguiente, gracias al apoyo logístico de lxs amigxs.

Sobre TODO ERA MAMÁ

Construir en lo inhóspito, armar con eso un hogar. Como un árbol de navidad en medio de la estepa patagónica, hermoso, sólido y macizo para poder coexistir con el viento, así es Todo era mamá. Rodeado de un murito de ruedas también inmunes al viento (esas que sirven para armar caminos o para cortar rutas con fuego y humo negro), el árbol está ahi, prendido al tendido eléctrico y rodeado de color. El color de las ruedas, que están primorosamente pintadas; el color del cielo sin nubes, en distintas capas de azul y celeste; el color de la tierra que, en esa foto analógica expuesta artesanalmente, tiñe todo de un marrón violáceo. Todo era mamá es también como el revelado artesanal de un rollo de fotos que le da imagen: se acerca a algo que existe y deja ver qué pasa cuando se cruzan un lugar y el azar de la alquimia fotográfica. Se revelan en esas fotos cosas que podrían llamarse errores, pero que son milagros. Aparecen colores virados, texturas granulosas, capas de contraste muy sutiles, con poca diferencia la una de la otra, un regalo que hace que el ojo agudice su capacidad de percibir gradientes. El oído también se agudiza, compartiendo paisaje sonoro con voces, registros de la estepa y registros donados de otros paisajes que suenan también en este. La película toma ese rollo de treinta y seis fotos y con ellas vuelve a pensar el espacio (la intersección entre tierra y paisaje), el color (juega a pintar un poco más lo ya pintado) y la organización colectiva. A la hora de la merienda un grupo de madres da de comer y pone el cuerpo a una asamblea, la primera del año en el merendero Madres a la lucha, en Río Gallegos. Las madres cuentan la historia de cómo llegaron a vivir ahí, donde no había nada más que viento, matas y basura. Cómo tomaron lo que le pertenece a todo el mundo: la tierra. Cómo construyeron un merendero y tuvieron que volverlo a construir. Cuentan también sus miedos, y la felicidad de pasarlos juntas. Son mujeres (madres) que mueven paredes como si fueran montañas. Todo esto lo hacen envueltas en el calor y el color de las fotos que Lucila Podestá sacó en esos días detenidos entre y alrededor de las fiestas, las navidades, el fin y el principio de los años. Esas fotos registran la gracia de compartir el mundo con esta olla popular y su gente, rodeada de cielo, tierra, agua e incluso fuego. 

LUCÍA SALAS

Ficha técnica

CP Ríos de abajo
Dir M DS Lucila Podestá
P Sebastián Zanzottera
Prod de campo Belén Ortega
DF Sofía Bensadon y Lucila Podestá
SD Sebastián Zanzottera
PPS Hernán Higa
DG y poster Pierina Letargola

BIO

Lucila Podestá vive en el Bajo Delta del Paraná en Argentina. Cultiva el oficio de cineasta, narradora y docente. Se formó como Diseñadora de Imagen y Sonido (UBA) y obtuvo una beca para el Programa de cine de UTDT. Trabaja en las aulas de la ENERC, la UNSAM, Ver y Poder, y en talleres rurales de cine para adolescentes. Forma parte del colectivo Ríos de abajo, donde labran los materiales para que expresen sus espíritus en películas y publicaciones. Sus dos películas cortas se llaman El nacimiento de una mano y Todo era mamá.

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